Poeta y basura

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“En el jardín hay un cerezo dormido, pero parece muerto. Este otoño comenzó a sentirse apático, y la dejadez se apoderó de su espíritu. La vida, cansada de verle abúlico y desastrado, decidió que lo mejor sería que se tomaran un tiempo para reflexionar sobre su relación, y se marchó de vacaciones, dejándole en un estado de abatimiento que hizo que se fuera consumiendo poco a poco hasta que acabó por convertirse en lo que es ahora: el aletargado esqueleto de un cerezo; una osamenta de madera clavada al suelo, que solo espera que regrese la vida”.

domingo, 16 de octubre de 2011

Las escuelas matan la creatividad


Abordaré el tema desde dos perspectivas:

En primer lugar, colocando la mirada tras un prisma objetivo, Sir Ken Robinson no hace más que poner de manifiesto una lacra que llevamos arrastrando ya demasiado tiempo, demasiados siglos: el sistema educativo. Dicha lacra nace, vive, se reproduce y no llega a morir debido al consentimiento tácito de la sociedad y, a veces, incluso expreso y buscado. Pero, ¿realmente queremos que cambie? Depende. Depende de los criterios que consideremos relevantes. El ponente achaca a la Educación de hoy en día el holocausto de la creatividad; sin embargo, con el malogrado “bien común” en una mano y los aciagos “intereses económicos” en la otra, me pregunto qué le resulta más conveniente al Estado, si cultivar la creatividad o abogar por la robotización humana siempre que de ella obtenga incesante lucro. Sir Robinson afirma que “crecemos perdiendo creatividad y somos educados para seguir perdiéndola”, añadiendo, a ilustrativo modo de ejemplo, la jerarquización de las materias escolares. Pues bien, si, como decía el pintor malagueño, es cierto que todos los niños nacen artistas, tan solo debemos echar una breve mirada a nuestro alrededor o, simplemente, encender la televisión para percatarnos de que, desafortunadamente, el ponente no se equivoca. Por otra parte, resulta difícil atisbar, aunque sabemos qué pretende, sugerencia alguna al respecto. La ponencia versa sobre una realidad cercana, tangible, provoca desasosiego y uno llegar a pensar “¡qué mal! Esto se debería cambiar”, pero muy pocos tienen la capacidad, el tiempo y las ganas de enfrentarse a algo así, convirtiéndose ese “se” en el inevitable beneplácito del que quiere que las cosas cambien sin intentarlo. En este punto, enlazamos con que la traslación de las pretensiones en la realidad acostumbra a sorprenderse repleta de trabas y escollos arduamente salvables; ejemplo de ello han sido los cuasi siempre frustrados e innúmeros intentos de visionarios de la historia moderna y contemporánea de nuestra nación, quienes sospechaban que la solución a muchos problemas se encontraba en la Educación, ya que una buena base implica, normalmente, buenos resultados; apostar por ciertos valores, haciendo hincapié en aspectos actualmente desatendidos, augura una siembra con fruto asegurado: es el muro de carga del mañana, el pasaje al futuro.

Ahora, sumergiéndonos en la subjetividad y dada mi condición de discente, daré fe de que, día tras día, desgraciadamente, a menudo veo coartadas prácticamente toda creatividad, imaginación y capacidad de innovación, viéndome encerrado entre las férreas pastas de los manuales y las nobilísimas normas académicas. Exhausto de una docencia plana, unidireccional y excesivamente semejante entre profesor y profesor, no se me ocurre mejor metáfora que la del ansia de gritar, hacerlo y no oírse; ver el agua y no poder beber; comer y no saciarse. Evidentemente, un sistema que fomentase la creatividad resultaría de lo más positivo y enriquecedor: nos formaríamos y realizaríamos más humanamente, desechando a donde habita el olvido gran parte de la superficialidad, banalidad y trivialidad que plagan las relaciones sociales de hoy. Mas esto no implica que todo el mundo deba ser inventor o artista si no que la facultad creativa podría ser aplicada a infinidad de campos (por ejemplo, el empresario creativo).

Finalmente, a modo de cierre, añadiré que el binomio equivocación/riesgo en relación al aprendizaje mencionado por Carla merece especial atención. Si careciese el error de la denostosa connotación que acarrea y admitiésemos que se constituye como uno de los mejores senderos para aprender, cesaríamos en el infame uso de la lapidación de los instintos puesto que, de lo contrario, acabaremos como los personajes de Dickens en “Tiempos difíciles”: planos, iguales, víctimas de nuestro destino.

No tengamos miedo a estar equivocados.

Buenas noches.

Nítsuga Sotso Anibor

4 comentarios:

  1. Incluso en el arte han puesto un muro para aplanar...

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  2. Te lo recomiendo encarecidamente, oh, gran modelo fotográfico :)

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  3. Ah, te preocupa el futuro. Pues ya somos tres, con Meme. Y la educación. ¿Sabes que hicieron los chinos durante años? Invertir en educación. No tanto en otras cosas, como Sanidad, y eso es durillo. Los beneficios del Santander superan y en mucho el presupuesto de educación del estado.
    La creatividad, un salto. Quizás el salto.
    Habrá que reller a Dickens. Como no. Aunque sí nos parecemos a esos adjetivos que pones sobre la mesa.
    Intento no pensar mucho.
    Un abrazo.

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  4. Hola Agustín, soy el satírico que habló contigo el día de la venta de Glasnost. Enhorabuena por tu blog, me parece muy interesante y lo visitaré poco a poco, además de intentar descubrir lo que es un gadget. Por cierto, no puedo estar más de acuerdo con lo que dices en este artículo. Uno, que también tiene sus brotes artísticos, también ha padecido la tosquedad del sistema educativo. ¡Un saludo!

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