Poeta y basura

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“En el jardín hay un cerezo dormido, pero parece muerto. Este otoño comenzó a sentirse apático, y la dejadez se apoderó de su espíritu. La vida, cansada de verle abúlico y desastrado, decidió que lo mejor sería que se tomaran un tiempo para reflexionar sobre su relación, y se marchó de vacaciones, dejándole en un estado de abatimiento que hizo que se fuera consumiendo poco a poco hasta que acabó por convertirse en lo que es ahora: el aletargado esqueleto de un cerezo; una osamenta de madera clavada al suelo, que solo espera que regrese la vida”.

sábado, 13 de agosto de 2011

Carta a Giusseppe Turrici

Al Signori Giuseppe Turrici

Dux della Republica de Venecia


Caro amico, le escribo con mano temblorosa y ojos bañados en dudas. Me encuentro dominado por la más atroz de las angustias, aún preguntándome qué hacer.

Como bien sabe, la ciudad arde en llamas y las gentes pueblan, envilecidas, las calles. Quizás, sea normal que anhelen resarcirse, obtener botines y violar mujeres pero, ¿qué culpa hay en mí? ¿Acaso pedí nacer en esta familia? El raciocinio ha abandonado incluso a aquellos que presumían de tenerlo; veo cómo el hombre troca en bestia y el mal anda más suelto que nunca. Ayer, atravesó una de las ventanas del palazzo la cabeza decapitada de mi fiel sirviente Filippo. Estoy encerrado, tan solo cuento con unos pocos hombres mal armados que, probablemente, desertarán o suplicarán por su vida. Me queda poco tiempo.

Las familias poderosas de la ciudad aseguraban seguridad y triunfo ante los florentinos pero esto no es más que catástrofe y ruina. Afortunadamente, envié en carroza a mi mujer e hijas fuera de la ciudad por si la situación empeoraba; sin embargo, nunca habría sido capaz de prever algo así. ¿Cómo es posible que pidan lo imposible? ¿Qué puedo hacer yo? Esa condenada familia Médici lo subvenciona todo. Ni calcular es posible cuántos siglos nuestras ciudades han estado enfrentadas, cuánta sangre ha sido derramada en los viñedos de nuestra bella Toscana. Imaginar esta ciudad dominada por otras manos me rasga el corazón. ¡Aquí fuimos concebidos para ser hombres libres! Cualquier ataque de semejante índole debería ser castigado con el azote de Dios Padre. Intento, vanamente, comprender la sinrazón que me rodea.

Sin embargo, es descifrar ahora con palabras los latidos de mi corazón lo que pretendo y que, cuando lo lea, satisfaga mi última voluntad relatando lo que le pido. Recuerdo, con gran pena, todos aquellos paseos que daba las noches que olían a lóbrego y me mezclaba con la plebe, seguro y feliz, custodiado por el vetusto barro de los edificios. No puedo sino sonreír por el tiempo pasado y no siento otra cosa sino un profundo deseo de arrebatar luz al sol y calor al fuego, aire al viento y verde al bosque, oscuridad a la noche y furia al hombre. Veo cómo la naturaleza se amotina contra sí misma, a cuerpos semi descuartizados agonizar e, incluso, a las aves carroñeras excitarse. No es esto lo que quiero recordar. Hábleme, se lo ruego, de los días que están por llegar, del olor del cielo al amanecer y de cómo silban despreocupados los pescadores; no se olvide de mencionar cómo progresan las cosechas, dedicarme un poema escrito en góndola y la emoción de arrojarse al canal desde un tercer piso.

Amigo Turrico, usted siempre me trató bien, supo comprenderme en un mundo donde abunda la ignorancia y el hierro forjado es el mejor maestro. No me avergüenza mojar la epístola llorando por el temor de lo que aguarda tras la muerte.

Ya están aquí. Suben hacia mis aposentos. Mañana, amanecerá el cielo manchado y las nubes se esconderán para que el Sol abrase a los injustos.

Sin más, espero que esta carta le llegue de alguna forma u otra y limpie honor y nombre de esta casa. Dé medio saco de oro a quien se la porte.

La muerte ha madrugado; ha madrugado demasiado.


Augustino di Siena

Gran Duque

2 comentarios:

  1. De lo mejorcito.
    Italia ya te ha tragado, ya veo que te has vuelto un renacentista romántico. Y de Siena nada menos.
    Repito: de lo mejorcito.

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