Poeta y basura

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“En el jardín hay un cerezo dormido, pero parece muerto. Este otoño comenzó a sentirse apático, y la dejadez se apoderó de su espíritu. La vida, cansada de verle abúlico y desastrado, decidió que lo mejor sería que se tomaran un tiempo para reflexionar sobre su relación, y se marchó de vacaciones, dejándole en un estado de abatimiento que hizo que se fuera consumiendo poco a poco hasta que acabó por convertirse en lo que es ahora: el aletargado esqueleto de un cerezo; una osamenta de madera clavada al suelo, que solo espera que regrese la vida”.

lunes, 24 de mayo de 2010

Ascenso del fascismo en Europa

Con las piernas alargadas hacia el sol, Charlie y yo verdaderamente no hablábamos, intercambiábamos pensamientos que nos pasaban por la mente, sin reparar en lo que cada uno contaba. Eran momentos agradables en que se dejaba hilar el tiempo bebiendo a sorbos un café. Cuando me dijo que había tenido que aplicarle una inyección letal a su perro, esto me sorprendió, pero sin más. Es siempre triste un perro que envejece mal, pero pasado quince años, hay que hacerse a la idea de que un día u otro va a morir.
—Compréndeme, no podía hacerlo pasar por uno pardo.
—Los labradores no suelen tener ese color, pero ¿qué enfermedad tenía?
—Esa no es la cuestión, no era un perro pardo, es todo.
—¡Hombre!, ¿ahora van hacer como con los gatos?
—Sí, similar.
Para los gatos ya sabía cómo iba la cosa. El mes pasado, tuve que deshacerme del mío, un gato de azotea que había tenido la mala idea de nacer blanco, con manchas negras. Es verdad que la superpoblación de los gatos se volvía insoportable y, después de lo que decían los científicos del Estado Nacional, era mejor conservar a los pardos. Sólo los pardos. Todas las pruebas de selección comprobaban que se adaptaban mejor a nuestra vida de ciudad, que sus camadas daban pocas crías y que comían mucho menos. Pero, bueno, un gato es un gato, y como era necesario solucionar el problema de una manera o de otra, venga, pues, el decreto que instauraba la supresión de los gatos que no fueran pardos. Las milicias de la ciudad distribuían gratuitamente bolitas de arsénico. Mezcladas con la comida, fulminaban a los gatos en un momento. Tuve el corazón oprimido, pero todo se olvida rápidamente.
Sin embargo, con los perros, eso sí me había sorprendido un poco más. No sé por qué, quizá porque son más grandes o porque son los mejores amigos del hombre como dicen. De cualquier forma, Charlie acababa de decírmelo tan naturalmente como yo lo había hecho con el asunto de mi gato, y tenía seguramente razón. Demasiada sensiblería no lleva a nada y, para el caso de los perros, es seguramente verdad que los pardos son más resistentes.
Ya no había mucho que decir, así que nos despedimos, pero con una rara impresión. Como si aún no nos hubiéramos dicho todo. Incómodos. Algún tiempo después, fui yo quien le dijo a Charlie que El Diario de la ciudad no volvería a circular. Se había quedado sorprendido: ¡el periódico que él abría todas las mañanas mientras se tomaba su café con crema!
—¿Se han arruinado? ¿Huelgas, quebraron?
—No, no, fue por el asunto los perros.
—¿De los pardos?
—Sí, como siempre. No había un día sin que no atacaran esa medida gubernamental. Incluso ponían en entredicho los resultados de los científicos. Los lectores ya no sabían qué pensar, ¡algunos hasta escondieron a sus perros!
—Eso es jugar demasiado con fuego...
—Como dicen, El Diario terminó por hacerse prohibir él mismo.
—¡Hombre!, ¿y los resultados de las carreras?
—Pues, ni modo, será necesario buscar los resultados en el Noticias Pardas, no queda otro. Parece que en la sección de carreras y deportes no está nada mal. Puesto que los otros ya se habían pasado de listos, era necesario que algún periódico quedara en la ciudad, no se podía prescindir de las noticias a pesar de todo.
Ese día volví a tomar un café con Charlie, me preocupaba convertirme en un lector del Noticias Pardas. Con todo, en torno mío los clientes del café seguían su vida como si nada: seguramente yo me equivocaba.

Después de eso llegó el turno de los libros de la biblioteca, una historia no muy clara, aún. Las Casas Editoriales que formaban parte del mismo grupo financiero que El Diario de la ciudad, fueron perseguidas por la justicia y se prohibió la permanencia de sus libros en los estantes de las bibliotecas. Es cierto que si se leía bien, en lo que estas Casas Editoriales seguían publicando, se destacaba la palabra “perro” o “gato” al menos una vez por volumen y, seguramente, no siempre combinadas con la palabra “pardo”. Ellos debían saberlo bien a pesar de todo.
—No hay que empujar tanto —decía Charlie—, compréndeme, la nación nada gana al aceptar que se desvíe la ley, y que se juegue al gato y al ratón.
Pardo, había añadido observando en torno de él, ratón pardo, en caso de que fuera descubierta nuestra conversación. Por precaución, habíamos tomado el hábito de añadir “pardo” o “parda” al final de las frases o después de las palabras. Al principio, pedir un pastís pardo, nos parecía extraño, pero, después de todo, el lenguaje está hecho para evolucionar y no resultaba más extraño decir “pardo”, que añadir “puta” o “macho”, al final de cada palabra, como se hace por estos rumbos. Al menos, se veía bien y se nos dejaba tranquilos. Terminamos, incluso, ganando en las carreras. ¡Oh, no el premio gordo!, pero a pesar de todo, ganamos nuestro primer premio pardo. Eso nos había ayudado a aceptar las preocupaciones de las nuevas reglamentaciones.

Un día, con Charlie, me acuerdo bien, le había dicho que pasara a mi casa para ver la final de la Copa UEFA, nos pusimos locos de risa. ¡Llegó a casa con un perro nuevo!
Magnifico, pardo de la cola al hocico y con los ojos marrones.
—Ves, finalmente es más afectuoso que el otro perro, y me obedece con tan solo chasquear los dedos o mirarlo. Tampoco era necesario que se hiciera un drama por el labrador negro.
Apenas había dicho esta frase, y su perro se precipitó bajo el sofá ladrando como un loco. ¡Y ladra que ladra, que aunque yo sea pardo, no obedezco ni a mi amo ni a otra persona! Y Charlie repentinamente había comprendido.
—¿No, tú también?
—Sí, ven a ver.
Y allí, mi nuevo gato salió como una flecha para subir a las cortinas y refugiarse sobre el armario. Un felino de ojos y pelos pardos. ¡Cómo nos reímos! ¡Qué coincidencia!
—Comprende —le dije—, yo siempre he tenido gatos, entonces... ¿No es bonito?
—Espléndido —respondió.
Luego encendí la tele, mientras que nuestros animales pardos se acechaban de reojo. No sé quien ganó la Copa, pero sí recuerdo que pasamos un buen momento, y que nos sentíamos seguros. Como si hacer simplemente lo que a todo el mundo era conveniente nos tranquilizara y nos simplificara la vida. La seguridad parda, eso podía tener de bueno. Por supuesto que pensaba en el niño con el que me había cruzado en la acera de enfrente, y que lloraba por su caniche blanco, muerto a sus pies. Pero después de todo, si escuchaba bien lo decían, los perros no estaban dentro de las prohibiciones, sólo tenía que buscar uno pardo. Incluso podía buscar cachorros. Y como nosotros, se sentiría en regla y se olvidaría rápidamente del anterior.

Y luego ayer, increíble, yo que me creía en paz, estuve a punto de hacerme atrapar por los milicianos de la ciudad, los de uniforme pardo, los que no se andan con niñerías. No me reconocieron, pues, son nuevos en el barrio y aún no conocen a todo el mundo.
Yo iba a la casa de Charlie. Los domingos, Charlie y yo jugábamos a las cartas. Yo llevaba un paquete de cervezas en la mano, eso era todo. Habíamos dispuesto tomar las cervezas en unas dos o tres horas, y comer un poco. Y allí, sorpresa total: la puerta de su apartamento voló hacía abajo, y dos milicianos parados en el umbral hacían circular a los curiosos. Fingí subir a los pisos de arriba y volví a bajar por el ascensor. En la parte de abajo, la gente hablaba a media voz:
—¡Con todo y que su perro era en verdad pardo, nosotros lo vimos!
—Sí, pero según dicen, es que antes, tenía uno negro, no uno pardo. Uno negro.
—¿Antes?
—Sí, antes. Es delito ahora, también haber tenido uno que no fuera pardo. Y eso, no es difícil de saber, basta con hablar con un vecino.
Apremié el paso. El sudor empapaba mi camisa. Si haber tenido uno antes era un delito, estaba bien claro para la milicia. Todo el mundo en mi edificio sabía que antes había tenido un gato blanco y negro. ¡Antes! ¿Eso yo nunca lo habría pensado!

Esta mañana, Radio Parda ha confirmado la noticia. Charlie forma parte seguramente de las quinientas personas que detuvieron. El hecho de haber comprado recientemente a un animal pardo no lo habría cambiado de mentalidad, dijeron. “Haber tenido un perro o un gato no conforme, el tiempo que sea, es un delito.” El orador incluso añadió “injuria al Estado Nacional”. Y tomé nota de lo que dijo seguidamente. Aunque no se haya tenido personalmente un perro o un gato no conforme, pero alguien de la familia, un padre, un hermano, una prima por ejemplo, si tuvo uno, aunque fuera una vez en su vida, se arriesga uno mismo a tener graves problemas.

No sé adónde han llevado a Charlie. ¡Vaya!, ahora sí exageran. Esto es una locura. Y yo que me creía tranquilo con mi gato pardo. Por supuesto, si buscan antes, no terminarán de detener a propietarios de gatos y perros.

No he dormido toda la noche. Debimos de desconfiar de los pardos a partir de que nos impusieron su primera ley sobre los animales. Después de todo, mi gato era mío, como su perro era de Charlie, debimos haber dicho “no”. Resistir más, pero cómo. Todo pasa rápidamente, el trabajo, las preocupaciones diarias. Los otros también bajan los brazos para estar un poco tranquilos, ¿no?

Alguien toca mi puerta. Así de pronto en la mañana, eso nunca ocurre. Tengo miedo. Todavía no amanece, aún el cielo está pardo allá afuera. Pero, dejen de dar esos golpes así de fuerte, ya voy.
Franck Pavloff - Mañana parda

sábado, 15 de mayo de 2010

Tirando del carro de los sueños

No permitas que nadie diga que eres incapaz de hacer algo, ni siquiera yo. Si tienes un sueño, debes conservarlo. Si quieres algo, sal a buscarlo y punto, ¿sabes? La gente que no logra conseguir sus sueños suele decirles a los demás que tampoco cumplirán los suyos.
En busca de la felicidad

lunes, 10 de mayo de 2010

Junto a Robe, mi otra gran influencia

Perdón por el retraso. Ya sabes como está la ciudad, llena de claxons.
La gente vuelve a la realidad de la oficina o de la tienda o de la fábrica y por qué no habrá paz en la mágica soledad de un atasco.

Sentémonos. Miremos la carta. Te he escrito algo porque te he echado en falta. Te lo leo en el postre porque sé que que te encanta eso de que haga deporte mental y, aunque me dé corte, lo comparta.

Cuando más harto creo estar vienes tú y me salvas; me cargas.
Tú de espantar el mal te encargas; me das gas. Me amas más que mis fantasmas; que tú a mis miedos te los pules con un dedo.

Por ti, por mí y porque el mundo es nuestro. Tú no me abandones que yo ya haré el resto. Pongo a este vino de testigo y seguiré siguiéndote más si quiero ser honesto contigo.

Yo sé más del deseo que de la satisfacción y sé que tú aún estás por conquistar, pero esa es mi emoción. Hoy te abres ante mí como un universo vestida de piano y saxofón para la ocasión. Sexo con, tu violador consentido. ¿Mi pretexto? Esta cena contigo.

Me da igual lo que digan yo te quiero como eres... erre a pe y sé que tú también me quieres.
Javier Ibarra (Kase. O) - Algo de Jazz

domingo, 9 de mayo de 2010

Pedrá

He aprendido, de estar solo, a llorar sin molestar,
y a cagarme en los calzones y a dudar.
La verdad sólo tiene un sentío, no me obligues a engañar;
si te crees todas mis mentiras, ¡qué vacío debes estar!

Morir sólo una vez va a ser poco para mí.
El diablo me ha cogido miedo y no me deja entrar.
Desafiar la perspectiva del fracaso a la que estamos condenados.

Me estoy reformando: te miro, me hincho,
me tiro a los cactus desnudo pero no me pincho.
Me estoy reformando todas las mañanas
y, ahora, hago siempre todo lo que me da la gana.

Y saborear, si tú le das, todo tiene sentido.
Y, al despertar, te voy a contar cositas al oído.

Por volver como eres; por volver como somos,
por la inmensa sonrisa de tus cansados ojos,
por volver donde alguien te quiere sin que vuelvas,
por poner a los míos con un poco más de luz.

Cuando su mirada se ha cruzado con la mía,
saltó sólo una chispa y, prendieron tantos fuegos,
que se fue la luz del día; arrasamos los bosques;
también vi como ardían los nidos en los postes.

Me voy a recortar en punta las orejas y
me voy a echar al monte a aullar entre la maleza.
Volver: no dudaría; ahora soy yonqui a mi manera.
Ya no quiero tu amnistía: puedo morir donde quiera.

Salto montañas; no paro ni a mirar patrás.
Quítame el precio y la fecha de caducidad.
Yo ya no me escondo. Ya no me tengo que agarrar
como vosotros: presos de lo convencional.

Cada mañana me tiro de la cama buscando una razón.
Muy despacito, me pongo los calzoncillitos y estoy mucho mejor.
¡Qué pena no estuvieras para ver el cuerpo que me dio Dios!

Busco colillas, me saco las albondiguillas... ¡otro ataque de tos!
No recuerdo nada... ¡Hostia, anoche, qué pasada! Aquello no era yo.
¡Qué pena no estuvieras para ver la marcha que me dio Dios!

Y ya nunca más volverán mis ojos a ver tus ojos y tu mata de pelo.
Y allí, desde lo lejos, van llegando los viejos recuerdos en ráfagas lentas de viento.

Y ya nunca más volverán mis ojos a ser tus ojos y mi mente un vertedero. Y allí, desde lo lejos, van llegando los viejos recuerdos tan royéndome por dentro.

Daría un río de mi sangre si quisiérais ejércitos enteros claudicar.
Hay guerra en todas las partes. Yo sólo pienso en tocarte.
La vida desperdiciada. Tanta lefa para nada.
Me acuesto de día, cuando llega la luz, y tengo claro que no quiero ser como tú.

Ni me olvido, ni me acuerdo. No he dormido y tengo hambre.
¡Ten cuidado, no me toques, no te vaya a dar calambre!
Roberto Iniesta - Pedrá

miércoles, 5 de mayo de 2010

Adiós, musas, adiós

Cómo explicar que mis pensamientos son de tiza,
que ensucian con sangre blanca vírgenes pizarras.
Con presión, se quiebran; con suavidad, se desgastan.

Neuronas se aparean a golpe de sinapsis,
naciendo nuevas ideas,
dejando, tras de sí, eléctrica marea.

Mas hoy un servidor, por su cabeza, se pasea;
forzando el parto del siguiente párrafo:

Musas, ¡ególatras!, que la inspiración maltratan.
Ya os temo: sin vosotras no escribo, con vosotras me lamento.
¿Acaso mi talento os debo?
Sano, no produzco; enfermo, me excedo.

Versos en stock, ansiando «sold out».
Poesía de interior, que al cuarto da luz.
Férrea lírica que, de su baúl, no sale.
Antibiótico de blues para cuando me vuelvo cactus.

Tened presente, putas, que ya no os necesito.
Los oídos taparos; encerré en un frasco los gritos.
Atribuí a una ficción lo que siempre fui.

Que piernas no flaqueen,
que temblores de lágrimas se detengan,
que, por el camino, sollozos se pierdan,
que alguien ponga un bozal a esos labios color carmesí.
Nítsuga Sotso Anibor

lunes, 3 de mayo de 2010

Père Lachaise

A Jim Morrison

Soy un psicópata bajo la apariencia de hombre cuerdo,
soy recuerdo en sueño ahogado,
soy fuego que se moja; agua que se quema,
soy un convicto a punto de ser ahorcado.

Fui de la existencia un mero trámite,
fui del polvo esencia,
fui de lápidas el trabajo del cincel,
fui lo que no quería ser y suelo arrepentirme.

De sonrisas y lágrimas soy un manojo.
No le quito ojo a la desesperanza.
A su danza, el diablo me invitó.

Seré exiliado errante en busca de lo que nunca tuve,
peregrino de virtudes que jamás ansié.
Nómada en bajas latitudes
se vomita en los pies algún viejo deseo.

Cuando se levante el castigo asomaré la calavera
y, si no viene nadie, pasearé por las angostas callejuelas
de Père Lachaise: hogar, dulce hogar.


De "Lo bueno de ser una rata"
Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados

sábado, 1 de mayo de 2010

Protagonista de óbito

Voy a aislarme del mundo
para descubrir nuevos espacios.
Voy a un segundo cerrar los ojos
hasta figurar en el de la estantería obituario.

Abriré los ventanales que, despacio, la luz entre.
Daré portazo al corazón y a todo aquello que siempre quise.
Y cuando me vea solo, no lo estaré tanto;ya que al llanto, a menudo, reacio me advertí.
En el momento que el clamor, afuera, de las gentes perciba,
tan solo podré enjuagar con amarga saliva la sinrazón.
¡Estacazos a la cordura! ¡A la sensatez rechazo!
Hoy descanso en el regazo de la psicopatía.

Borracho de ira, sediento de paz;
pedazos de vida, abrazos de ciudad.

Gritará el viento por las noches; gemirá al quebranto la mañana.
Los días se quedarán dormidos aplastando al ocaso contra la almohada.
Si recuerdos ensombrecidos, por recovecos huecos, entrasen de madrugada,
perdóname Señor porque no sé lo que hago.
De "Lo bueno de ser una rata"
Nítsuga Sotso Anibor © Todos los derechos reservados


El viaje íntimo de la locura